Entrevista con Adriana Bianco

Gabriela Ovando d’Avis

Escritora, periodista y analista política especializada en Bolivia. Doctora en Estudios Comparativos (Florida Atlantic University). Columnista de El Nuevo Herald/The Miami Herald y colaboradora del Centro de la Mujer en la Historia de América Latina (CEMHAL) en Lima, de Nueva Crónica y Buen Gobierno de La Paz, y de diversas publicaciones académicas. Autora de varios libros, entre ellos Al rumor de las cigüeñas (novela, Plural Editores, 2da. Ed. 2008) y a Grandes males, grandes reformadores (ensayo, Plural Editores, 2008). En la actualidad trabaja en una segunda novela histórica, Los mellizos de Nápoles.

AB: Aunque vives en la Florida desde hace años y perteneces a la cultura latina de Miami y Broward, tu te sientes boliviana, Gabriela, tus novelas y tus ensayos giran en torno al mundo boliviano.

GO: Sí, porque ese es mi génesis, el origen de mi memoria y de la de mi tribu. Creo que ningún escritor puede librarse de ello, porque la patria es solo la memoria que arrastramos por siglos, inseparable de las sensaciones que la componen, como una sinfonía. Somos, de alguna manera, lo que fueron nuestros antepasados, reservorios de las mismas ideas y obsesiones, de palabras y de gestos, de evocaciones que se transmiten de generación en generación. Mi escritura responde a esos mundos, los de mi cultura latina, el ámbito boliviano y también el de Estados Unidos, país en el que vivo la mayor parte del tiempo.

AB: Eres una mujer de la globalización…

GO: De la buena cara de ella, porque como toda moneda, tiene dos… Yo me adhiero a la de las comunicaciones instantáneas, la presencia virtual, la que facilita los viajes y el acceso al conocimiento, y la que permite el intercambio entre países y culturas de nuestro planeta. La globalización que elimina fronteras y dogmas, pero no la que trivializa la cultura y pretende convertirla, por razones monetarias, en puro entretenimiento.

AB: En tus libros aparece el tema de la historia, de la memoria histórica, de los orígenes de Bolivia, de las raíces indígenas y europeas, y también el tema de la mujer, la idea de dejar una huella.

GO: Y es que la historia me persigue, no puedo librarme de ella. Sería un alivio escribir novelas divertidas que no necesiten años de investigación ni me hagan sufrir… El tema de la memoria creo que también es, en mi caso, una labor de rescate de cuanto ha operado en la mente y en el corazón de la mujer, de un material que puede ampliar nuestra visión de la humanidad. Y es también una búsqueda de la libertad frente a una realidad limitada y contradictoria. Interpretar el pasado, observar el presentey lanzar el pálpito del futuro es otra de las tareas de la mujer a través de las artes, de las ciencias o de cualquier oficio, para dejar en este mundo su percepción o su huella, como tu dices.

Los orígenes de Charcas, más tarde Bolivia, me interesan más en la actualidad por los paralelismos que se dan entre la época revolucionaria de principios del siglo XIX y los alzamientos populares que inician, a partir de “la guerra del agua” en el 2000, el llamado proceso de cambio que sataniza y da fin con el neoliberalismo y sus indiscutibles excesos, para instalar en el poder a un proyecto redentor que a su vez da fin con la República y sus instituciones… Y que termina convertido en otro esquema de poder, más autoritario, menos democrático y que tampoco resuelve el problema mayor de Bolivia, que es la pobreza.

AB: ¿Cuándo llegaste a Miami y comenzaste a escribir para El Nuevo Herald?

GO: Llegamos en junio de 1992, después de haber vivido en diferentes países y en otros estados. Comencé a escribir columnas para el Herald a principios del 94, gracias a la invitación del director de Opiniones en aquel entonces, Álvaro Vargas Llosa, quien abrió las páginas editoriales a periodistas y escritores de toda América Latina y enriqueció el debate. Fue la llamada “época dorada” de esas páginas, como dijo The New Yorker, cuando colaboraban escritores como Carlos Fuentes, Nélida Piñon, Carlos Franqui, Ángeles Mastreta… Yo escribía sobre temas políticos y culturales, y ello me permitió conocer a gente y comunidades muy valiosas en Miami Dade y en Broward, entre el 94 y el 2005. Sobreviví a varios directores de Opiniones, entre ellos Luis Aguilar León, Ramón Mestre (que está escribiendo nuevamente para el Herald) y la muy querida Araceli Perdomo, quien me dio muchas tareas, entre ellas la de escribir una serie de artículos sobre las voces de los hispanos de Broward. Y es que eran épocas cuando el español aun no se oía ni leía en avisos del condado, y teníamos que bajar necesariamente a Miami a explayarnos en nuestro variopinto castellano y saborear las naranjas frías de la Calle Ocho…

AB: Carlos Castañeda fue un visionario como director del periódico, porque vio el cambio del perfil de la región y quiso integrar a todas las etnias en el diario. Tu has sido un poco la precursora de la unión de Miami y el condado de Broward…

GO: Sí, es cierto que Carlos Castañeda fue un visionario, seguido por Araceli, que me lanzó al desafío de reflejar la actitud, el quehacer y la identidad de quienes vivían lejos pero cerca de la urbe latina del Miami de entonces, de reflexionar sobre esa sutil frontera que aun separaba a anglos e hispanos en el límite norte de Dade, donde ya no se escuchaba ni se leía ningún aviso en español. Ni siquiera en el aeropuerto internacional de Fort Lauderdale, donde no había un letrero que diga “Bienvenido”, hace tan solo 16 años, pese a la presencia de alrededor de 200,000 hispanos en Broward, que entonces pasaba casi desapercibida. Hoy, menos mal que puedo caminar una cuadra y tomar un cortadito, o cruzar la calle para comprar una bandeja paisa.

AB: ¿A qué personalidades entrevistaste en ese tiempo?

GO: Para el proyecto de integración con Broward entrevisté a Elaine Miceli, directora de El Heraldo de Broward, un pequeño semanario que se distribuía gratuitamente en los supermercados y a su marido el cardiólogo Erwin Vásquez, excelentes personas que trabajaron con mucho empeño por una mayor cohesión de la comunidad, con su Festival Viva Broward! cada 12 de octubre, y con la Clínica La Luz del Mundo, donde se sigue atendiendo a la población menos favorecida. Ellos hicieron una gran obra, sin duda. Entrevistee a mucha gente de la Cámara de Comercio, de la Sociedad Filarmónica, del Festival de Cine de Fort Lauderdale, en el ámbito local. Y a escritores como la mexicana Elena Poniatowska, profesora mía en la universidad, a Nélida Piñon, la brasileña universal con quien mantengo una cercana amistad y acabo de publicar un capítulo de un libro (Viajeras entre dos mundos) sobre su obra. A María Victoria Atencia, la gran poeta malagueña, a Alberto Fuguet, el novelista chileno, a Sabina Berman, una buena dramaturga mexicana, y a muchas otras valiosas personalidades con quienes tuve el privilegio lde conversar.

AB: Cuéntame sobre las organizaciones latinoamericanas en esa década de los 90.

GO: Miami no era tan multicultural como lo es ahora. La presencia predominante era la cubana, pero poco a poco cada organización latinoamericana se fue abriendo campo en la ciudad, su condado y el de Broward, por extensión. La comunidad boliviana, por ejemplo, era muy unida a pesar de ser tan pequeña. En esa década de los 90 comenzamos a organizar el evento Bolivian Week/Semana Boliviana, con el auspicio de la Cámara Boliviana de Comercio de la Florida y el Hotel Intercontinental, y con el apoyo de otras importantes empresas e instituciones miamenses y de Bolivia, un evento que tuvo muchísimo éxito en el orden cultural y gastronómico. El entonces vicepresidente boliviano Victor Hugo Cárdenas, académico aimara y líder del katarismo, inauguró al menos dos de ellos, en los que presentamos muestras pictóricas, libros, música y danzas ejecutadas por los bailarines del Centro Cultural Masis, fundado en Sucre hace más de cuarenta años y que, gracias a Nilda Heredia, su directora en Miami, continúa difundiendo la cultura andina en el sur de la Florida. Gracis a ellas, Bolivia es muy respetada en el ámbito de la danza y la música andinas. Durante los últimos quince años, se han formado más profesionales, han fundado una escuela, y han alcanzado un nivel importante. Hace poco y durante el Décimo Festival Andino de Danza y Música, la música y la coreografía de los Masis fue sobresaliente.

AB: ¿Cuántos bolivianos viven en el sur de la Florida?

GO: La actual cónsul general en Miami, Natalia Campero Romero, quien está promocionando la cultura nacional con maestría y buen gusto desde el 2011, está preparando una nueva base de datos. Hasta el momento sabemos que seguimos siendo pocos en Miami y Broward, quizá siete mil… Hay muchos más en West Palm Beach y muchísimos más en Naples.

AB: ¿Nos das un adelante de tu próxima novela?

GO: Evito hablar de textos que aun no han sido publicados. Sin embargo, por la confianza y el respeto que te tengo, te diré que estoy inmersa en la vida y obra de los mellizos de Nápoles, personajes de la vida real que fueron sepultados por el olvido y una historiografía que solo da paso a los vencedores. La historia de ellos es peculiar, por sus vicisitudes y poco comunes circunstancias. Ellos nacen y crecen en Nápoles, son luego trasladados a la Corte madrileña, luego a Buenos Aires, y finalmente a Charcas, donde terminan sus vidas, “en unos páramos que preservarán nuestros huesos y borrarán nuestros nombres”, dice Marie Jo, la melliza de Francisco de Paula Sanz y narradora de gran parte del texto.

Esta novela puede resultar chocante porque nace del punto de vista y experiencias del bando perdedor, de las filas coloniales, monárquicas, cuando se desmorona el imperio español y sobrevienen las guerras y guerrillas de la independencia, la fundación de las nuevas república, y en esencia, la de la República de Bolivia. Una república que nace no tanto en oposición con España, sino contra las cabeza virreinales de Buenos Aires y de Lima, con la participación de guerrilleros altoperuanos y también de los levantamientos indígenas que buscaban entonces sus propias reivindicaciones. La intención de esta novela es la de extraer verdades ocultas en los acontecimientos del pasado, y de no continuar repitiendo estribillos de los dueños de la Historia, es decir de los vencedores temporales.