De Patrias y Matrias: Género y nación en las Américas, Center for Interdisciplinary Research, Bielefeld University, Germany

Maria Teresa Medeiros-Lichem, Universität Wien

11/29/2006

Manuscritos coloniales erradicados que engendran un discurso alternativo de la formación de la identidad nacional en Cielos de la Tierra de Carmen Boullosa y Al rumor de las cigüeñas de Gabriela Ovando

To be obliged to forget —in the construction of the national present— is not the question of historical memory; it is the construction of a discourse on society that performs the problematic totalization of the national will.
(Homi Bhabba: DissemiNation 311)

…the study of archaeology stretches the time line of the nation and creates immemorial ‘ancestors’ for the post-colonial nation. In these two instances archaeology allows a mapping of the nation that reconfigures territory by privileging forgotten or even forbidden sites of memory.
(Castro Klarén: “The Nation in Ruins…” 164)

Al rumor de las cigüeñas: “Hasta que todo desapareció como sombra y humo”1

Un manuscrito colonial rescatado también el hilo conductor de la novela de Gabriela Ovando Al rumor de las cigüeñas en que una mujer a fines del siglo XX reconstruye sucesos de la historia colonial intercalando memorias relegadas del pasado, en este caso narraciones de mujeres extraordinarias. En un juego pendular entre pasado y presente, la narradora Mariana superpone escelas de los siglos XVI y XVII con turbulentos sucesos de la política boliviana en los últimos años. Al igual que Estela Díaz, la narradora de Gabriela Ovando busca en el pasado las huellas que puedan explicar la violencia social y la realidad del presente.

El manuscrito hallado en el altillo de la vieja casona cuenta las hazañas de los descendientes de Blasco de Cáceres, ungido Maestre de la Orden de Alcántara por Fernando de Aragón en premio a sus victorias en las batallas de la Reconquista. Su hijo Nicolás de Cáceres se destacó como gobernador de Santo Domingo, adonde viajó en 1502 y fue responsable del diseño urbano de las ciudades y de intervenir en los conflictos entre españoles y los caciques sublevados. Un siglo más tarde, otro descendiente, Antonio de Alfón, viajó al Perú como Oidor de la Real Audiencia de Charcas en la época de auge y decadencia de Potosí, la Babilonia Andina, donde fue estido de su destrucción causada por las revalidades y las luchas internas de poder entre vicuñas y vascongados, y de la apocalíptica inundación cuando rebalsaron las agues de la laguna de Cari Cari, devastando la Villa Imperial.

En los instersticios de la narración histórica2 la autora interpone el relato de personajes femeninos transgresores de su entorno social. Leonor de Alfón, la esposa del fundador de la estirpe Blasco de Cáceres es la autora del manuscrito original. Ya desde niña, mostró su talento para inventar histirias al punto que su maestra previene a sus padres de los peligros de una imaginación que “podrían inducirla a la locura, o a pasiones extremas que la buena crianza impide siquiera imaginarlas” (15). Sus educadores se esfuerzan por inculcarle la obligación de espantar, a la primera insinuación … a esa bruja insidiosa conocida como Imaginación, que posee la Razón y no hace más que incitar a la curiosidad y a los desvelos nocturnes, mientras fomenta otros sueños a plena luz del día (Ardlc 20).

A pesar de los obstáculos, Leonor no abandona su inclinación a la escritura. Su marido se burla de sus relatos fantasiosos y preiere ‘llenarla de hijos’ “para alejarla de sus ficciones” (16); su hija vive “aterrada ante la idea de asistir a la locura de su madre” cada vez que Leonor habla de sus premoniciones de tierras lejanas (30). Pero esta mujer se resiste a ser solamente el clásico ‘descanso del guerrero’, se siente en su medio “como una fiera enjaulada” (30). Leonor se encerró en su mansion, la Casa de las Cigüeñas, y siguió escribendo. Será sólo después de su muerte, cuando Nicolás cruza los mares más allá del Poniente, que las fantasias, sueños y presagios que anotaba su madre cobran realidad y el hijo lee con avidez esos folios amarillentos, queriendo recuperar la fértil imaginación creativa de Leonor de Alfón.

En la discussion sobre la validez de incrustar ficción y fantasía en el procesamiento de los hechos históricos, Mariana, la narradora contemporánea se pregunta si son lícitos los “Testimonios de cronistas y viajeros en relación a los sueños y presagios de taínos y aztecas que anunciaron la llegada de los españoles poco antes de la conquista…. ¿Pudo entonces, haberse dado lo mismo a la inversa? (17). Si su interlocutor argumenta que “todo cabe en las licencias que otorga la literature”, ella piensa para sí “Y desde luego que también en las que se toma la Historia” (18). El texto de Gabriela Ovando introduce historias breves de personajes femeninos que se entrelazan con hechos ‘heroicos’ de la vida política y religiosa de la época colonial, mostrando la creatividad e imaginación femeninas atrofiadas por su entorno social.

Así, en la narración de la conquista de Santo Domingo, en la que figuran Cristóbal y Diego Colón, el comendador de Calatrava Bobadilla, Bartolomé de las Casas o el Padre Francisco de Vitoria, con la polémica sobre la condición humana de los indios, dos mujeres taínas excepcionales inscriben su marca cultural en el relato. Benechena, la cocinera del gobernador Nicolás de Cáceres y Flor de Oro, la reina de Jaragua y paladin de su pueblo que desafía a los nuevos amos al enterrar a su hermano siguiendo los rituales paganos. A modo de ‘Sherezadas’ nativas, éstas mujeres transmiten la oralidad de sus pueblos ancestrales con historias extraordinarias de mundos poblados por seres mitológicos. El lirismo de la imaginación de Benechena se puede apreciar cuando le describe Flor de Oro a Nicolás: “Es misteriosay de gran belleza… Suele atravesar la floresta en una litera conducida por veinte vasallos, ataviada tan solo por sus brazaletes y por una diadema de flores rojas y blancas” (76).

Estas voces recuperadas de la arqueología o de la fantasía femenina que fueron borradas del discurso de la nación, aparecen centellantes en estas obras de ficción. Cabe preguntarse sis u asuencia de la narración de la nación no fue quizás tqanto por una carencia de la “memoria histórica” sino por una voluntad totalizante empeñada en borrar o barrer todo incordio que la Historia tachaba de insignificante. Al recurrir a un manuscrito colonial como fuente de la búsqueda de identidad personal o autodefinicón nacional, estas dos novelas contemporáneas tejen una comunidad imaginada alternativa en el tapiz incompleto de la identidad nacional, integrando las omisiones descartadas por el discurso oficial.


1 Frase del inicio y cierre de la novela pp. 9 y 173.

2 En los “agradecimientos” al final del libro, la autora menciona sus fuentes históricas e interlocutors personales, entre los que se destacan Bartolomé de las Casas, el historiador de Potosí colonial Bartolomé de Arzans y Orsúa y Vela, y Roberto Querejazu, autor de la historia de Chuquisaca o Charcas.